Producto
de un año extremo y atípico en todos los sentidos, Dom Pérignon 2003
llega al país después de ocho años de maduración en bodega. La
singularidad de esta cosecha se codea con las míticas añadas de 1947,
1959 y 1976.
2003 es un año que sigue presente en el inconsciente
colectivo de Francia y de la región de Champagne. Los superlativos no
bastan para describir esta añada y el reto que supuso para la creación.
Tras un invierno particularmente frío, seco y rudo, la primavera se
anunció suave y supuestamente tranquila. Sin embargo, las heladas del 7
al 11 de abril serán para siempre recordadas por los habitantes de
Champagne: la del 11, que fue la más terrible, sobre todo para el
Chardonnay de la Côte des Blancs, destruyó hasta tres cuartos del
potencial de la cosecha.
Después de esta atípica primavera, el
verano se anunció canicular desde el comienzo; los viñedos que se
salvaron milagrosamente de las heladas y del granizo sufrieron los
calores insoportables hasta la vendimia. Fue el verano más caliente de
la región de Champaña en 53 años. Dada la maduración y la pequeña
cantidad de uvas restantes, la vendimia fue la más precoz de la historia
de la región desde 1822. Las uvas recolectadas fueron perfectamente
maduras y sanas, comparables a las cosechas míticas de 1947, 1959 y
1976.
“Se impuso en mi mente la posibilidad de aceptar el reto
lanzado por ese año y hacer que Dom Pérignon dejara su huella distintiva
en la añada”, dice Richard Geoffroy, Chef de Cave. “Todo el mundo
pronosticaba un vino solar, muy potente y de rápida evolución -agrega-,
tenía que tomar riesgos, superarme…”.
La
expresión del vino es menos solar, menos extrovertida de lo que las
condiciones climáticas hubieran sugerido. Más que la fuerza o la
riqueza, lo extraordinario en este caso es la intensidad, una sensación
difusa, acompasada, mineral.
Desde la copa
La intensidad es singular y paradójica, a medio camino entre austeridad y generosidad.
Nariz:
el bouquet evoluciona en espiral. Primero, la suavidad floral y
luminosa, luego la mineralidad tan típica de Dom Pérignon, el carácter
afrutado confitado, la nota vegetal, el frescor increíble de la hoja de
alcanforero para sumergirse por fin en la oscuridad, las especias, el
regaliz.
La boca: en esta fase, el vino es aún físico. Intriga e
incita, más táctil y vibrante que aromático. Su construcción se basa
más en el ritmo y la ruptura que en la melodía. Primero avanzamos sobre
una nube de delicadeza antes de enfrentarnos a una verticalidad mineral,
que se estira lentamente, noblemente amarga, yodada, salina.
Lanzamiento en Argentina
Para
la presentación de Dom Pérignon Vintage 2003 en Argentina, la marca
eligió como su “chef ambassadeur” al reconocido Germán Martitegui, quien
fue seleccionado por ser un referente en el mundo gastronómico
contemporáneo, logrando fusionar lo mejor de la cocina francesa con los
sabores locales.
Germán Martitegui acudió a una capacitación en
Francia organizada por la Maison Dom Pérignon, donde conoció a Pascal
Tingaud, Jefe de Cocina de Dom Pérignon y Vincent Chaperon, winemaker de
la Maison de champagne. Ellos le transmitieron los conocimientos de
este Vintage tan especial, así como también sus secretos de cocina para
acompañar a la perfección esta fascinante añada 2003.
Para el
menú de Dom Pérignon 2003, Germán Martitegui destacó ingredientes
simples de la cocina tradicional como la papa, la crema, el huevo y el
azafrán, convirtiéndolos en protagonistas de cada uno de los siete pasos
creados. |
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