La enfermedad como aprendizaje

                                                                                  Por la Psic. Adriana Batista


El cuerpo humano tiene un lenguaje propio, que podemos aprender a decodificar. Los pensamientos negativos producen emociones del mismo tenor, que van afectando los órganos de nuestro cuerpo. Cada órgano expresa una o varias emociones negativas. Por ejemplo el hígado es el órgano que canaliza los enojos, las broncas. Cuando éstas se acumulan durante años, pueden producir litiasis biliar (piedras) en ese órgano.

Otro ejemplo lo podemos ver en los riñones, que representan en el ser humano la “zona de la convivencia”. Los dolores y afecciones de riñón se presentan cuando existen problemas de convivencia. Pero no todos los problemas de convivencia van a provocar un problema de riñón. Dependerá del perfil psicológico del sujeto y de su vulnerabilidad somática. Pues de éstos resultará la elección de órgano que hará el psiquismo para expresar su conflicto.
Lo primero que se produce en el órgano es una alteración funcional, y con el tiempo se instalará o no la enfermedad cronificándose.

Es imposible vivir sin que nada nos afecte. Los sucesos de la vida, a veces dolorosos, otros traumáticos, a veces tienen solución y otras son insolubles. Por lo tanto tenemos que aprender a aceptarlos. Pero indefectiblemente nos afectan, a algunas personas más que a otras, dependerá de su resiliencia (fortalezas) la cual le permitirá reprocesar el conflicto o problema.
Cuando se instala la enfermedad, la pregunta que tenemos que hacernos es “¿Qué tengo que aprender con esto que me pasa?”. Aunque generalmente aparece la otra pregunta “¿Por qué a mí?”  y yo le respondo “¿por qué a usted no?, ¿acaso es un privilegiado?” 
No estamos exentos de tener problemas o conflictos. Somos seres humanos y el sentido profundo de la vida es aprender, evolucionar, crecer emocionalmente y espiritualmente. Acompañándonos en ese proceso los unos a los otros. Pero el sufrimiento es personal, nadie puede ahorrárnoslo y cuando se transmuta en aprendizaje nos fortalece y así vamos madurando.

Cuando aprendemos, no repetimos el error. De lo contrario volvemos a enfermar.
A veces nos cuesta registrar las causas de la enfermedad, es por eso que se nos repite. Buscamos erróneamente las causas afuera (Dios, o las personas que nos rodean). Pero los motivos están dentro de nosotros, en los errores cometidos. No obstante no sirve culpabilizarnos, pero sí hacernos cargo, siendo responsables de nuestra vida.
Si culpamos a los demás no hay posibilidad de crecimiento y la historia siempre se repite, agotándonos psíquica y físicamente, alejando de nosotros la paz que necesitamos y por ende el bienestar general, tanto para nosotros como para los vínculos afectivos de nuestro entorno.
La felicidad es un estado de bienestar, una construcción diaria, producto a su vez de una elección de vida libre y responsable.

Sin libertad no hay paz, sin paz no hay felicidad posible…

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