Por Mariana
Boggione
Ivonne Rouillon es fundadora y miembro de la Comisión Directiva de la Fundación Camino , que hace años trabaja en torno a la gran misión de “unir la necesidad de recibir con la voluntad de dar”, y se ha hermanado con CONIN en la lucha contra la desnutrición infantil.
¿Cómo nace la Fundación Camino ?
Con un grupo,
especialmente una prima y yo, teníamos muchas ganas de hacer el bien, aunque ya
participábamos en otras instituciones. Y a la vez teníamos una casa que era de
nuestro bisabuelo, Villa Hortensia. Entonces iniciamos un centro cultural con
fines solidarios: fiestas, emprendimientos, conciertos de cámara. Logramos
inaugurarla en el año 1991 con Hernández Larguía; se hicieron actos y fiestas a
beneficio de hospitales, actos culturales, presentaciones de libros… todo con
fines solidarios.
Pero teníamos que
mantener la casa, que es una joya,
monumento histórico nacional y municipal. Ya éramos un grupo muy bueno
que queríamos hacer el bien, y podíamos hacer eventos en Villa Hortensia, en el
Colegio de Escribanos, en cualquier lado… Y como ya había muchas instituciones
reunidas nos propusimos crear una institución que pudiera ayudar a otros.
Nuestro lema fue
“unir la voluntad de dar” – porque hay mucha gente no sabe qué dar, o cómo dar,
o da desordenadamente – “con la necesidad de recibir”. De ahí en más comenzamos
a hacer uniones estratégicas.
Por ejemplo, hemos
viajado a las Naciones Unidas cinco años acreditadas como ONG, por el tema de
la defensa de la vida y los derechos de la mujer; hemos viajado a Pekin para el
convenio de los derechos de la mujer. Esto nos abrió el panorama de cómo hay
que trabajar en redes sociales. Es así que nuestra Fundación es la primera del
interior que forma parte del Foro del Sector Social de Buenos Aires.
¿Por qué te
comprometiste con la prevención de la desnutrición infantil (CONIN)?
Veíamos otra cosa
en la carita de los chicos, aparte de la pobreza. Y un día, después de escuchar
a Abel Albino le dije: “eso que vos decís es lo vemos en la mirada de los
chicos. Esa tristeza es más que la pobreza”. Porque la pobreza produce el
hambre, y el hambre la desnutrición. Pero la desnutrición afecta la
estimulación temprana.
Entonces nos
fuimos a Mendoza, nos capacitamos, y después Renault nos dio los medios para
tener nuestro Centro propio (contra la desnutrición infantil), que está en
Alberdi; y ahora abrimos uno en Pérez, y tenemos la posibilidad de abrir un
tercero.
En este Centro se
da estimulación temprana, pediatría, clases de pre-parto para la mamá
embarazada, psicólogos y psiquiatras, tenemos talleres de cocina, entre otros.
Lo más importante
es “El Roperito”, que tiene ropa que se cobra, muy barato, pero se cobra para
la dignidad de la persona. Y en este espacio se conversa con las personas y se
va estimulando, incorporando el lenguaje.
¿Qué fortalezas
ves actualmente en la institución?
Una de las mayores
fortalezas es la Comisión
de Jóvenes que logramos constituir hace unos años.
¿Qué significa en
tu vida la Fundación ?
En mi vida creo
que significa un hijo más. Yo tengo un hijo que ha cooperado conmigo, me ayuda,
me entiende, como lo hace también la Comisión de Jóvenes. Somos un equipo. Yo comparo la Fundación con una
cadena: si se rompe un eslabón, la cadena se te cae. Por eso cada uno es
importante.
Como mujer y pilar
de la Fundación
¿qué satisfacciones te brinda unir la necesidad con la voluntad de dar?
Creo que son
muchas. Ver al primer chico levantar la cabecita y que ahora sea uno de los
mejores alumnos. Ver salir a estos chicos de la desnutrición significa que les
salvaste el cerebro y que salvás a la Argentina.
Otro caso fue el
de una chica que tenía dos hijos a los que se les tenía que operar, colocándole
prótesis ortopédicas. Conseguimos el Teatro El Círculo, y junto a Norita Pozzi
organizamos un festival para juntar fondos y conseguimos el dinero para la
cirugía.
También hemos
trabajado con el Padre Santidrián. Sucedió que le hacían una donación
importante y no sabían cómo se pedía un sponsor, entonces les hicimos un
folleto y les enseñamos a ir a las empresas a pedir donaciones.
Podría contarte
mil historias de este tipo… Esas fueron satisfacciones porque pudiste, aparte
de hacerlo vos, ayudar a otras personas.
¿Qué rol cumplen
las empresas en el bienestar social y qué grado de concientización existe hoy en
día?
Se está
concientizando, pero faltaría mayor compromiso. Gracias a Dios ahora está de
moda la
Responsabilidad Social Empresaria. También existen concursos,
como el que ganamos de Kodak y la Operación Canasta. El Rotary nos está ayudando
mucho, como también particulares de buen corazón que se hacen socios. Con $250
becan a un chico, lo apadrinan y así lo sacamos de la desnutrición.
¿Cómo participás a
tu familia de este proyecto, que implica la vida?
En primer lugar mi
familia me dio usufructo gratuito de la casa. También apoyan comprando
entradas, donando ropa – tengo una hermana que vende ropa y nos da para El
Roperito -, dándonos donaciones desde las empresas. Tengo, por ejemplo, una
sobrina que se entusiasma y contagia a todas sus amigas.
¿Qué disfrutás
hacer en tus tiempos libres?
Aparte de salir
con mis amigas cuando puedo, voy al campo y comparto con mi familia. Me fascina
también, cuando recibimos ropa, dividirla, plancharla, cocerla. Leo mucho, me
meto en internet porque de ahí se sacan ideas para la fundación y te conectás.
También viajo seguido a Buenos Aires, ya que además de ir a los cursos me
invitan para traer eventos para acá.
Si tuvieras que
elegir una virtud que te caracterice, ¿cuál sería?
El compromiso y la
sinceridad.
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